Nos sobreadaptamos, fuimos infatigables, lloramos, habitamos la intolerancia y nos supimos levantar tantas veces como caímos. Pasamos por un amplio espectro de emociones hasta entender que no teníamos ni vamos a tener nunca el control de nada, que planificar es solo una ilusión y que solo somos dueñas del presente.
Tuvimos miedo, atravesamos rupturas y también supimos construir puentes. Revalorizamos relaciones. Desciframos la complejidad del aprendizaje online de nuestros hijos, lidiamos con su frustración y hasta fuimos sus maestras titulares. Asumimos todos quehaceres del hogar hasta que un día armamos grillas y repartimos tareas. Descubrimos cómo vestirnos con ropa que no necesite plancha, vimos tutoriales para aprender cosas que hasta ese momento no era necesario que supiéramos.
Nuestro living muchas veces se convirtió en un pequeño gimnasio o en una sala de estudio, la cocina en una oficina y aceptamos convivir con el “desorden”. Nos enojamos con la compañía de wifi infinitas veces. Nos sobrestockeamos con cosas que nunca nos imaginamos que iban a ser de primera necesidad: lavandina, alcohol en gel, guantes, termómetros y barbijos.
Festejamos zoompleaños, y nos la ingeniamos para que nuestros seres queridos no notasen la ausencia. Apoyamos al entorno y, sobre todo, nos apoyamos (ningún bálsamo es más poderoso que el sentirte legitimada por alguien que está viviendo lo mismo).
Aprendimos a convivir 7×24 con nosotras mismas o con nuestra familia y a mirarnos para dentro, tal vez por primera vez en la vida. Descubrimos los beneficios de meditar, hicimos cursos, desarrollamos nuevos conocimientos, contuvimos, acompañamos, pero también supimos pedir ayuda. Este mes vamos a dedicarnos a hacer un balance de este año tan especial, poniendo foco especialmente en aquello que nos queremos llevar con nosotros y en aquello que queremos que definitivamente se quede en el 2020.
¿Qué agregarías a este balance? ¡Contame en el post!