Levante la mano quién obtuvo un trabajo gracias a que en la entrevista laboral le preguntaron cuál era su coeficiente intelectual?
Alguna vez nos pusimos a pensar para qué vinimos a este mundo? Sin un propósito en la vida, es fácil desviarse del camino que uno tiene trazado en este mundo. Es fácil perder el rumbo y quedar a la deriva, pero con uno, todo en la vida parece encajar en su lugar. Estar orientado «en ese propósito» significa estar haciendo lo que te encanta, estar haciendo lo que sabes hacer y estar logrando lo que es importante para vos.
Te invito que por un segundo cerremos los ojos y volvamos a nuestros 17 años… qué sentíamos?, qué miedos teníamos?, qué nos pasaba en ese momento?… y pensemos cuánto nos hubiera ayudado saber cuál era nuestro propósito o misión en la vida. Saber qué nos apasionaba, cuáles eran nuestras fortalezas, nuestras virtudes, qué nos movía y hacía que el tiempo fluyera. Seguramente muchos de nosotros lo descubrimos mucho mas tarde.
“Usted es la única chance que tiene este mundo para que le brinde su singular y exclusiva contribución. Entonces, su foco será seguir las expectativas, las reglas y los roles de otros? Se quedará pensando en lo que podría haber sido o hará lo posible para que ocurra?”
Cuando uno realmente está centrado en su propósito, las personas, los recursos y las oportunidades que requiere gravitan naturalmente hacia nosotros. Pero también se beneficia el mundo; porque, todas nuestras acciones sirven automáticamente a los demás. Qué importa entonces nuestro coeficiente intelectual o nuestras áreas de facilidad si lo que cuenta cuando uno se va de esta vida es haber hecho la diferencia, haber aportado algo qué solo nosotros y nadie más en toda la historia de la humanidad podía aportar. Esta es mi faro cuando trabajo la orientación vocacional en jóvenes, no tomo tests, no les digo lo que según mi experiencia y los diplomas que tengo deberían estudiar, no les doy dos o tres opciones de carreras afines, no, mi método no lleva unas cuantas sesiones sino que los invito a mirar para adentro, a conocerse, a encontrar lo que realmente los apasiona. Cómo lo hago? Utilizando el Coaching como herramienta grupal e individual para reflexionar y preguntarse el para qué de sus vidas. No es la búsqueda de una profesión lo que nos mueve en este proceso sino el encuentro de una vocación, de una misión, de un para qué mayor en donde la carrera solo va a ser un medio más y no un fin en sí mismo. Durante todo un año trabajamos esto en profundidad.
Estamos en un mundo cambiante, si se tiene en cuenta que en el 2025 se demandarán profesiones cuyas carreras actualmente no existen en ninguna universidad, es necesario un cambio en la perspectiva con la que se realiza el proceso de orientación vocacional en la escuela secundaria.
Un contexto que cambia de manera vertiginosa, necesita jóvenes que se conozcan más en profundidad, se conviertan en protagonistas de su vida y aprendan a desplegarse en un mundo donde el futuro no puede ser diseñado en base al pasado.
Hace seis años que implemento una nueva modalidad de orientación vocacional que incluye conceptos y técnicas derivadas de disciplinas como el coaching y las neurociencias. Esta iniciativa se lleva a cabo bajo una cuidadosa planificación que incluye tres objetivos principales: el autoconomiento de la persona, la importancia de su protagonismo en el diseño de su proyecto de vida y la consecuente decisión vocacional.
Una vez que el joven reconoce e identifica sus potencialidades, una tarea de por sí ardua si se tiene en cuenta que tradicionalmente no son conceptos incluidos o abordados en los años anteriores, se comienza a trabajar sobre su protagonismo en el diseño de su proyecto de vida, poniendo el foco en su misión en el mundo a través dos preguntas disparadoras: “para qué vine a este mundo?” y “cuál es esa contribución única que puedo hacer a la sociedad?”.
Cuál sería el trabajo que me gustaría tanto que estaría dispuesta a hacerlo gratis pero por el que en realidad pudiera recibir remuneración?
Fred Kofman, reconocido autor y referente del management a nivel mundial, sostiene que los exámenes utilizados para determinar el coeficiente intelectual (CI) se enfocan exclusivamente en la inteligencia académica, sin considerar la emocional. Afirma, además, que si bien el coeficiente de inteligencia emocional (CIE) parece ser mucho más significativo para predecir el éxito y la satisfacción en la vida de una persona, el estudio de este tipo de inteligencia ha recibido mucho menos atención que el de la intelectual. De cierta manera esto explicaría por qué hoy en día la mayoría de las escuelas centra sus esfuerzos educativos en desarrollar el CI y se desentiende de aquello que puede causar modificaciones sustanciales en la persona: su inteligencia emocional. La respuesta que encuentra el autor es simple: el CI se puede medir con mayor facilidad, y afirma que al final de cuentas “uno consigue lo que puede medir” (Metamanagement, Tomo III, pág. 108).
Mi propuesta intenta romper con la creencia de que el coeficiente intelectual elevado es lo más importante en el momento de elegir una carrera universitaria, para comenzar a mirar lo que es realmente valioso: las competencias y actitudes con las que salen los jóvenes al mundo. En otras palabras, propone sacar la mirada de lo mensurable para ponerla en la persona como una fuente infinita de posibilidades.
Hoy necesitamos jóvenes, comprometidos,, confortables con la ambigüedad, con claridad y persistencia, que se animen a vivir sus propios sueños, que se animen a seguir a su corazón y que no se conformen con menos, que estén siempre al servicio de los demás